El Oculista

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Antes de entrar en la descripción de las técnicas operatorias, creo conveniente la exposición de los detalles más o menos comunes a todas ellas, como son las condiciones del operador y los ayudantes, los datos referentes a la sala de operaciones, instrumental, esterilización, preparación del enfermo, anestesia, hemostasis, fijación ocular, suturas, vendajes, etc.

CONDICIONES DEL OPERADOR

La Oftalmología es una especialidad mixta, clínica y quirúrgica. Si no sabe operar, el oculista es muy incompleto y a menudo debe confiar los enfermos a otro colega; por otra parte, el operador que no es clínico da un rendimiento de calidad muy inferior al que cabría esperar de él si lo fuera.

He aquí por qué todo oculista, además de ser buen clínico, debe sa­ber operar y hacer todo lo posible para llegar a la perfección máxima en su labor operatoria.

Fuchs dice en el prólogo de la primera edición de su obra: El ope­rador únicamente puede aprender viendo mucho y ejercitándose mucho; es de suponer que nadie se atrevería a practicar una operación tras la simple lectura de sus tiempos o fases. Esto es cierto por lo que se refiere al logro de la perfección necesaria, pues aunque la intuición y el talento pue­dan hacer en algunos más rápida la asimilación de los detalles importantes, siempre es conveniente ver por lo menos alguna vez cómo se practican las nuevas operaciones por otros colegas.

Además, a los oculistas ya formados les es muy conveniente ver cómo operan otros. Con ello se compara la forma propia de actuar con la ajena, y pueden corregirse los vicios o defectos si los tuviere, evitándose así el exclusivismo que habitúa a una manera propia de sortear las dificultades que acaso no siempre sea la mejor.

Visitando Clínicas oftalmológicas se aprende a mejorar ciertos detalles que ya se creían correctos, y aunque a veces se observan aparentes defectose técnica, ya en la anestesia, ya en alguna fase operatoria, ya en los cuidados postoperatorios, se trata frecuentemente de sistemas diferen­tes de proceder, cuyo estudio comparativo es de gran utilidad para la for­mación de la propia personalidad científica y técnica.

Cuando un colega con experiencia quiere adaptar a su técnica una nueva modalidad operatoria con sólo haberla leído, a veces puede lo­grarlo fácilmente; mas si la nueva técnica supone una nueva orientación e intervienen en ella factores que no pueden expresarse con palabras, como la cantidad de esfuerzo o la intensidad de una acción, es preciso presenciar la operación para poder imitar la nueva técnica. De no hacerlo así, puede darse el caso no raro de colegas que practiquen la extracción intracapsular convencidos de que no puede evitarse la salida del vítreo en un 10 por 100 de los casos por lo menos, u otros que operando des­prendimientos de retina provoquen  una acción térmica excesiva o insuficiente y no logren sino un 40 ó 50 por 100 de curaciones.

Como al terminar los estudios de Medicina y especializarse un colega en Oftalmología no existe control de sus condiciones de operador de ojos, generalmente los colegas escogen la especialidad por simpatía, o bien el destino, las relaciones personales o el ambiente son los que les llevan a seguirla.

Desde luego, tales condiciones de operador son, unas generales a todas las ramas de la Medicina, y aun podríamos decir de toda actividad humana, y otras peculiares de la especialidad.

Entre las condiciones generales figuran el dominio de sí mismo, la paciencia en la minuciosidad, la serenidad frente a los contratiempos y la voluntad de mejorarse constantemente.

Entre las condiciones peculiares de la Oftalmología que debe poseer el operador: figuran la buena visión, la habilidad manual y la firmeza del pulso.

La buena visión se refiere a la agudeza visual principalmente, ya que las operaciones oculares son labores de detalles pequeños, y aunque con telelupas o cristales convexos se pueda mejorar la visión de estos detalles, siempre es indispensable una buena agudeza visual. Los miopes de pocas dioptrías están en situación de ventaja, aunque tienen que trabajar más cerca del campo operatorio. La visión estereoscópica es muy beneficio­sa, y aunque existen oculistas monóculos que suplen con habilidad el de­fecto de vista en un ojo y otros que, habiendo perdido un ojo, operan todavía bien, siempre supone una gran ventaja la visión binocular para apreciar la profundidad o tercera dimensión.

No hay que insistir en que la percepción de los colores ha de ser normal, especialmente para el examen del fondo del ojo.

La habilidad manual es condición que favorece mucho al operador ocular y se tiene en parte innata y en parte adquirida. Esta última es quizá la más importante, pues si ya de pequeño se tiene afición y se cultiva la habilidad manual, se adquiere gran perfeccionamiento, debido en parte a la afición, pero más que nada al cultivo asiduo de la misma.

El esfuerzo en hacerse ambidextros que algunos Operadores han realizado, especialmente en tiempos pasados, no es en general compensado, pues si exceptuamos los zurdos, todos los demás, a pesar de la auto educación, no llegan a trabajar con la mano izquierda tan bien como con la derecha. Una prueba de ello está en el hecho de que la mayoría de per­sonas se cortan las uñas de la mano derecha con -la izquierda, y si no son zurdas, siempre lo hacen menos perfecta y cómodamente que cuando se cortan las de la manó izquierda con la derecha, a pesar de llevar mu­chos años de práctica. El operador tiene que asegurarse el máximum de probabilidades de éxito, y teniendo en cuenta una serie de pequeños detalles es como mejorará la cifra de éxitos. Además, el ser ambidextro es más bien una condición de comodidad para el operador que no de perfección operatoria en beneficio del paciente.

El tener las manos gruesas-no es obstáculo para operar bien, pues son numerosos los ejemplos de operadores magistrales a pesar de su obesidad; quizá exista alguna mayor dificultad en coger las agujas pequeñas y los hilos cortos; pero pueden evitarse estas molestias valiéndose de instrumen­tos adecuados para ello. En el sentido estético parece más elegante el ver operar con dedos delgados, ya que los movimientos son más ágiles y ligeros.

La firmeza del pulso es una condición que favorece mucho la perfección de la labor operatoria. El temblor o los movimientos al sostener un instrumento pueden proceder del antebrazo, de la mano o de los dedos.

El temblor del antebrazo puede corregirse apoyándolo en una base firme, sea una mesa, sea una plataforma situada detrás del paciente. Si el temblor es de la mano, se le evita en gran parte apoyando el borde cubital de la misma sobre la cara del paciente, o sobre una mesa o apoyo que la rodee a la altura aproximada de sus ojos (Fig. 74).
El temblor de los dedos es más difícil de dominar y se manifiesta ge­neralmente al tomar unas pinzas entre el pulgar y el índice; al entreabrirlas, este último se pone a temblar.
En general el temblor es mixto, y son el brazo, la mano y los dedos los que no tienen la firmeza deseada. Hay individuos en quienes este defecto es constante, mientras que en otros es sólo ocasional, manifestán­dose especialmente cuando están nerviosos. Para combatirlo, ciertos co­legas suelen tomar, media hora antes de la operación, 5 centigramos de luminal, o un gramo de bromuro sódico, o algún. preparado semejante, con buenos resultados.

Bien conocido es de todos el caso de colegas que operan tranquila. mente cuándo están solos con sus ayudantes, y se ponen nerviosos en cuanto otros colegas presencian la operación. A veces es el operar en otras clínicas, en condiciones distintas de luz, ayudantes é instrumental, la causa que produce un nerviosismo exagerado.
Para operar, el cirujano necesita estar tranquilo física y moralmente, y no debe haber. hecho esfuerzos musculares antes de la operación, especialmente con los brazos, pues el pulso pierde estabilidad con ello. Si se levanta .un peso de 30 ó 40 kilogramos durante unos segundos, se notará después que el pulso es muy inseguro durante un buen rato.

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